La falacia de la pronta respuesta al cliente

Con la velocidad con que llevamos la vida, nos vemos obligado a brindar respuestas casi instantáneas a nuestros clientes para evitar perder los contratos que tenemos con ellos. Los clientes, con las distintas competencias que existen en el mercado, nos presionan y nos obligan a darle lo que ellos desean en el tiempo que ellos disponen y muchas veces accedemos a sus solicitudes, sin importar si estamos espuestos a realizar entregas llenas de errores o provocando entregas incoherentes que nos obligan a perder más tiempo.

He aprendido con el tiempo que esa rápida respuesta provoca más problemas que soluciones. Debemos bajar la velocidad de respuesta, tomarnos nuestro tiempo, analizar de forma detallada los puntos del problema y a partir de eso formular una respuesta coherente y dar un tiempo de solución adecuado a la magnitud del problema. Si evitamos dar esa respuesta rápida, podremos dar soluciones más eficientes, aunque quizás no tan eficaces.

Como profesionales responsables se tiene que evitar ese tipo de respuesta; cuantas venes no fallamos al intentar brindar una respuesta desde nuestro celular o desde la comodidad de nuestro hogar para que nuestro cliente se sienta más confortable con nuestro servicio. Y con esa pronta respuesta, muchas veces mal formuladas, damos una respuesta que lo que hace es que nuestro cliente se ofenda o simplemente quedamos mal porque no podemos responder a tiempo que prometimos.

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